viernes, 27 de mayo de 2011

bajas laborales por depresion


Cada vez son más frecuentes las bajas laborales por problemas psicológicos. Los médicos de cabecera están asistiendo a un nuevo tipo de pacientes que acude a consulta ante la imposibilidad de trabajar por un cuadro de síntomas que, pese a acabar manifestándose a nivel físico, responden a estados de ánimos tales como depresión, estrés, ansiedad, etc.
En la mayoría de los casos, el mismo empleado no sabe lo que le está sucediendo, pues empieza simplemente encontrándose más débil: el eterno constipado mal curado, más dolores de cabeza de lo normal, molestias digestivas que achaca a algo que ha comido que le sentó mal, etc., es decir, una serie de síntomas que sólo remiten cuando está en casa, y que vuelven a aparecer en cuanto le dan el alta.
En otras ocasiones, el trabajador tiene claro lo que le está ocurriendo, porque puede expresar con palabras directamente al profesional de la salud que su situación laboral le genera una ansiedad insoportable, o que ha desembocado en un estado depresivotan intenso que no sólo se siente incapaz de ir a trabajar, sino que le es inviable salir a la calle, comer o vestirse.
Sea como sea, de forma más evidente para unos y de manera más confusa para otros, el porcentaje de empleados que piden la baja por causas psicológicas aumenta significativamente. La depresión o la ansiedad implican un problema invalidante para las personas que lo padecen, pero es que por añadidura también suponen un enorme coste económico para las empresas (públicas y privadas). De hecho, algunos estudios han estimado que las bajas por depresión y el absentismo laboral asociado a ellas tiene un gasto equivalente al 10% del PIB europeo.


Si además tenemos en cuenta que los trastornos psicológicos son el motivo de una de cada cuatro consultas que se llevan a cabo en atención primaria, y dentro de ellas, la depresión y la ansiedad suponen el 80% del total de los casos, es fácil entender que al final algunas de ellas se concreten en incapacidad para ir a trabajar. Considerando sólo los datos existentes en España, son cuatro millones de españoles (el 10% de la población) los que sufren algún tipo de depresión, y dado que la OMS ha pronosticado que en el año 2020 esta patología será la primera causa de discapacidad en todo el mundo, detrás de las enfermedades cardiovasculares, no es arriesgado decir que la productividad se está viendo y se verá afectada por todas aquellas bajas de trabajadores que no hayan sabido o podido poner solución a esta variante de problemas.
¿Qué está pasando?. ¿Antes esto no existía?. Ahora los empleados pueden quejarse, al menos en el médico, de un sistema laboral que conlleva muchas horas de dedicación, donde el tiempo libre se reduce al mínimo (prácticamente al fin de semana), con lo que los más estresados apenas pueden compaginar su trabajo con actividades placenterasy que ayuden a desconectar.
El ambiente laboral provoca mucha presión en el individuo, quien se ve obligado amantener un alto nivel de rendimiento durante el año, porque de no alcanzar determinados objetivos estará sometido a otro tipo de presión: la de las críticas,las llamadas de atención por parte de los jefes, o la frustración de ver cómo son otros los que se promocionan o consiguen los ascensos o aumento de sueldo. A la larga, se ve formando parte de un círculo vicioso del que no hay manera de salir, con lo que acabará siendo su mente o su cuerpo los que le pasen factura, y después le eximan de seguir en la oficina a través de la tan deseada baja laboral.
Por otro lado, hemos de decir, que hay personas que son más susceptibles de verse metidas en tal emboscada, aquellas que son minusvaloradas frecuentemente por superiores y tienen baja autoestima; los que dejan de salir con amigos y familiares por estar cansados; los que tienden a ser pesimistas y con baja tolerancia a la frustración, por lo que cualquier error laboral lo viven como una catástrofe imposible de solventar; los que son inseguros y cualquier actitud de compañeros o jefes la interpretan negativamente o a la defensiva.
Estas características quizás puedan explicar por qué unos días de reposo en casa para algunos (como los descritos anteriormente) no bastan para poder afrontar con éxito estas cotidianeidades laborales. Estar de baja por ansiedad, estrés o depresión a corto plazo hace que al menos la persona no tenga que lidiar con sus temores generados por motivos de trabajo, incluso algunos medicamentos como los antidepresivos o ansiolíticos que se suelen tomar en estas ocasiones resultan beneficiosos para poder recuperar la normalidad del día a día, pero ¿son estas soluciones efectivas a medio o largo plazo?, ¿qué pasa cuando el trabajador tiene que volver de nuevo a la jungla laboral a luchar con el Goliat del mobbing?, ¿qué sucede cuándo sigue sin contar con habilidades sociales o de negociación para no venirse abajo ante las críticas de compañeros, jefes o clientes?, ¿qué ocurrirá cuando ya no tome fármacos y no haya aprendido a controlar su respiración y sus taquicardias de forma natural?
Por supuesto que después de las bajas por depresión el empleado vuelve con fuerzas renovadas, como todos después de una vacaciones bien merecidas tras meses de arduo trabajo. Nadie dice que dichos trabajadores no lo necesiten realmente, pero la pregunta que lanzamos es: ¿eso es suficiente?, ¿no son este tipo de bajas a veces una forma de tapar los agujeros con las manos para que no se hunda el barco?.
Entre los cursos de formación que dan las empresas a sus trabajadores también podrían incluir, como lo vienen haciendo algunas, estrategias de afrontamiento ante el estrés, manejo constructivo de las críticas, prevención de la respuesta depresiva en el entorno laboral, etc., contenidos que doten al trabajador de recursos para que no lleguen a producirse las bajas de las que hoy estamos hablando.



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